Hay peleas. Peleas de todo tipo y con diferentes enfoques. Peleas que son fugaces, peleas que son eternas, peleas absurdas, grandes peleas, e incluso peleas contra uno mismo.
Del genero gracioso, como la de cada mañana intentando arañar minutos al despertador, la pelea contra ese pelo revoltoso en el cogote y la de esa cremallera que no sube.
Esta la pelea normal, la súper pelea y su hermana pequeña, la peleílla.
También están las peleas de enamorados, de esas que deseas que termine entre sabanas, besos y abrazos.
Las peleas que hacen mas daño por dentro que por fuera. Las peleas del puño y la cara, odiadas haya donde estén.
Las peleas contra el sistema y las manos que abusan de su poder y extorsión.
Hay también peleas históricas, encuadras en un ring, e iniciadas por el "ding" de una campana.
Dentro del enfoque que pueda tener cada una de ellas, debemos intentar evitarlas, a no ser que su causa sea mayor que su efecto. De un modo u otro, todas acaban dejando huella.